sábado, 13 de octubre de 2012

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LA GLORIA NO SIEMPRE ES PARA LOS DIOSES

Cuándo uno pregunta a un niño qué quiere ser de mayor, el 75% de los críos responderán sin ningún atisbo de duda: “¡¡futbolista!!”. Esas ilusiones pronto se verán reducidas y se quedarán en un segundo plano ante la realidad más absoluta ya que son pocos los que tienen esa suerte y disfrutan del fútbol como profesión. Algo similar podemos decir sobre los clubes de fútbol. Son muchos los que aspiran, desean y anhelan momentos de gloria pero muy pocos los que son realmente capaces de conseguirlo. Así ha sido a lo largo de la historia.

Muchos y largos son los relatos que nos hablan de clubes desdichados a los que la mala fortuna les acompañó cuando menos lo esperaban y, quizá, merecían. Es la parte del fútbol que no llena periódicos pero que da al aficionado un punto romántico para seguir queriendo este deporte más allá de filias y fobias. Hoy en Hamburgo comienza un partido de 180 minutos en el que uno de sus contendientes quiere enterrar parte de esa “aura negra” y tener en sus manos la posibilidad de tocar el cielo con las manos. ¿Su nombre? Fulham Football Club.

Para una gran mayoría, o quizás mejor dicho para los más jóvenes, el club la capital inglesa es uno de los clásicos de la Premier League, pero nada más lejos de la realidad ya que sólo han podido disputar hasta el momento 18 temporadas en la máxima categoría inglesa. Si hablamos de éxitos la cosa se pone peor porque su único título es el de equipo profesional más viejo de Londres, siendo su mayor logro el subcampeonato en la FA Cup de 1975.

Años difíciles 
Ciento treinta y un años contemplan a un club fundado por unos devotos religiosos en 1879 como “Fulham St. Andrews Church Sunday School F.C”. Los inicios no fueron nada lustrosos ni brillantes y hasta 1907 no fueron admitidos en la Football League. De hecho poco faltó para que se diese una pronta desaparición. En los inicios del siglo XX el presidente del club era un fanático del fútbol llamado Henry Norris, quien curiosamente había participado en la fundación del Chelsea, a la postre máximo rival del Fulham.

Norris recibió una oferta para trasladar al equipo a unas tierras cercanas en las que hoy se encuentra Stamford Bridge. Por suerte para la afición ‘cottager’ su ‘chairman’ decidió rechazar la oferta. Pero el asuntó no quedó ahí, tanta era la pasión que Norris sentía por el fútbol que acabó compaginando la presidencia del Fulham con la del Arsenal (en aquella aún conocido como ‘Woolwich Arsenal’) durante varios años. El “bipresidente”, en un momento de lucidez o locura, peleó y luchó por la unificación de ambos equipos para conseguir una especie de ‘superclub’ londinense y aspirar a todo, pero para su desgracia (personal) la Football League no aceptó la operación.

Poco a poco fueron pasando los años y cambiando jugadores, y por fin viéndose fútbol de “primera división” en su precioso estadio de Craven Cottage. Un campo casi tan viejo como el club, construido en 1896, y que a pesar de las diferentes reformas aún hoy conserva la auténtica esencia del fútbol de entonces y, sobretodo, esa clase y elegancia que todo clásico estadio inglés tiene. Un pequeño paseo por su interior no hace más que reforzar esa agradable sensación.

Cuando ya se había pasado la mitad de siglo ‘the lilywhites’ no pasaban de ser un equipo ascensor. En 1952 ocurrió uno de los sucesos más importantes del club cuando un chaval de 18 años hacía su debut con la camiseta blanca. Se trataba de Johnny Haynes. Porque han pasado grandes jugadores por Craven Cottage como Bobby Moore, George Cohen, o George Best, pero ninguno fue más grande ni más importante que Haynes para los corazones de la afición ‘cottager’. Sus 658 partidos y sus 158 goles le avalan. O el mismo Pelé, quien le puso el sobrenombre de “The Maestro”. Su club y su afición le recuerdan cada partido con su estatua y su grada en el estadio en la cual, por cierto, no se puede fumar.

Pero la presencia de un internacional como Haynes no pudo evitar el descenso en 1968. Un hecho que resultaría fatal para el equipo londinense ya que no volvería a pisar la máxima categoría hasta 33 años después, haciendo a su vez el debut en Premier League. Cuando llegaron los 70 y parecía que con su presencia en la Second Division sólo podía conformarse con otro título ‘honorífico’ (primer equipo de la Football League junto a sus rivales del Millwall en jugar un encuentro en domingo) llegó lo inesperado: la presencia en la final de la FA Cup de 1975 ante el West Ham. Curiosamente el Fulham contaba en sus filas con el ex ‘hammer’ y campeón del mundo en 1966 Bobby Moore, pero poco pudieron hacer ante un equipo de superior categoría y cayeron por dos goles a cero.

Llega Al-Fayed 
Desde ese momento hasta el ascenso poco se puede decir de un club que reafirmaba su fama de “ascensor”. Su peor momento llegó en 1994 cuando descendieron a lo que hoy es League Two, la cuarta categoría inglesa. Ahí se quedaron hasta que tuvo que ser Al-Fayed, el que tras hacerse cargo del equipo en 1997 y con un plan de cinco años basado en la sensatez y el alejamiento de los grandes dispendios económicos, quien devolviese al club a la máxima categoría inglesa de la cual no ha vuelto a caer.

Y deben dar las gracias por esto, ya que en la temporada 07/08 la vuelta a los infiernos estuvo más cerca que nunca. Cuando quedaban tres partidos para la conclusión de la liga sus posibilidades de permanencia eran escasas, pero tras tres grandes victorias y un gol de Danny Murphy en el minuto 76 del último partido daban una agónica salvación en lo que ha sido llamado por la afición ‘cottager’ como “The Great Escape”.

La final de la Europa League (y su derrota) ante el Atlético en 2010 dejó claro que la gloria no siempre recae en los más grandes. En ocasiones ni siquiera en los que ganan. Por eso el Fulham ha logrado un hueco en el corazón de muchos aficionados al fútbol más allá de los límites del propio barrio londinense. Por eso el fútbol es el deporte rey.

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