“No estoy contemplando la jubilación”. Ese parece ser el lema continuo de Sir Alex Ferguson en los últimos años. Desde que se sentara por primera vez en el banquillo del Manchester United ha llovido mucho, tanto como 25 años. Fue en 1986 cuando este aprendiz en los astilleros de la localidad escocesa de Clyde llegó a Old Trafford tras una breve pero brillante trayectoria como técnico de primer nivel.Retrocediendo algo más en el tiempo, hasta la década de los 60, cuando aparecen las primeras referencias del que después fuera nombrado Caballero del Imperio Británico e investido como Sir. Tras un tiempo como jugador amateur en el Queen’s Park Rangers (20 goles en 31 partidos) y en el St. Johnstone, comenzaba a no ver la luz del profesionalismo al final del túnel. Eso le hizo plantearse emigrar a Canadá, aunque una oferta del Dunfermline en 1964 cambió todo.
66 tantos en 89 partidos con su nuevo club, incluyendo el título de máximo goleador de la Premier League escocesa en 1966, le dieron la posibilidad de jugar en uno de los grandes de la competición, el Glasgow Rangers. No duró mucho. En su segunda temporada, un error en la final de Copa le obligó a hacer las maletas con destino a Falkirk, donde se estrenaría en el banquillo doblando funciones como futbolista y técnico.
NACE EL ENTRENADOR
Finalmente terminaría su carrera como futbolista en las filas del Ayr United. Con un total de 170 goles en 317 partidos se retiraba el jugador que daría paso a la leyenda. Sus modestos inicios en el East Stirlingshire y en St. Mirren pronto virarían hacia cotas más altas. La primera gran oportunidad le llegaría en Aberdeen, donde el conjunto local buscaba terminar con la hegemonía de Celtic y Rangers.
En las dos primeras temporadas en su nueva ciudad Ferguson rozó el éxito, pero este le era esquivo. Tras caer en las semifinales de la FA Cup escocesa y de la Copa de la Liga en el primer año, el segundo terminaría con el Aberdeen derrotado en el replay de la final de la FA Cup y con el entrenador admitiendo errores en su planteamiento. En el vestuario era conocido como “Furious Fergie” por sus arrebatos de ira. Estos le llevaban a multar a un futbolista por algo tan simple como adelantarle en la vía pública.En 1980 todo cambió. Saltaba la sorpresa y el Aberdeen se proclamaba campeón de liga tras quince años de dictadura de los de Glasgow, algo que repetiría en 1984 y 1985. Pero se recuerda más aún su victoria en 1983 en la Recopa de Europa ante el Real Madrid. Siguieron los éxitos pero en 1986 Ferguson necesitaba nuevos retos. Como la dirección de la selección escocesa en el Mundial de 1986 tras la muerte de Jock Stein, de quien era asistente. O el salto a otro país.
DUROS INICIOS
En Manchester las cosas no marchaban bien. Los ‘red devils’ iban camino de cumplir veinte años sin lograr el título de Liga, mucho para un conjunto puntero. La era de Ron Atkinson no hacía que el equipo asaltara el dominio del Liverpool en la década de los 80. El inglés, tras cinco años en Old Trafford, era cesado sin muchos miramientos por la Junta Directiva. Necesitaban savia nueva y se fueron a Escocia a encontrarla.
El 5 de noviembre de 1986 Alex Ferguson era nombrado entrenador del Manchester United. Pronto comenzó a imponer su clásica férrea disciplina, quizá sabiendo que la travesía por el desierto se preveía larga. El club contaba con dificultades económicas, un estadio que dejaba mucho que desear, una afición de uñas ante la ausencia de títulos y unos jugadores alicaídos, deprimidos y de los que el propio Ferguson llegó a decir que “bebían demasiado”.
Año a año el escocés comenzaba a construir un equipo a su medida. “Para ganar un partido lo más fácil sigue siendo tener el balón” llegó a afirmar en su día y los futbolistas que firmaba buscaban cumplir el perfil necesario para lograr ese cometido. Mark Hughes, Paul Ince, Steve Bruce o Brian McClair entre otros, eran sin duda buenos jugadores. Alguno de estos fichajes hizo al club subcampeón en la temporada 1987-1988.Al año siguiente el equipo bajó su nivel y esto hizo que las dudas volvieran sobre el proyecto de Ferguson. El desastre y punto crítico llegó en el último mes de 1989. El escocés llegó a nombrarlo como el peor mes de su carrera. Cuatro derrotas y dos empates ese mes, añadido al empate en la jornada que inauguraba 1990 hacían que la cabeza del técnico pendiera de un hilo. La directiva perdía la paciencia y la afición ya estaba harta.
COMIENZA LA RACHA TRIUNFAL
Con esas se plantaba el United ante el poderoso Nottingham Forest, equipo al alza, en la tercera ronda de la FA Cup. El ultimátum estaba presente. Perder supondría la destitución. Pero el joven canterano Mark Robins hacía saltar la sorpresa y daba la victoria a los ‘red devils’ en el viejo City Ground, dando un respiro a su entrenador. Si bien en Liga el equipo mancuniano siguió sin conocer la victoria hasta febrero finalizando en una triste decimosegunda plaza, la trayectoria copera fue bien distinta.
El trabajo daba sus frutos y el Manchester United salía campeón de Copa tras vencer en el replay de la final al Crystal Palace. No era la Liga, pero suponía una alegría tras cinco años de sequía. Y además daba el derecho a disputar la Recopa de Europa la temporada siguiente. Un título que también se sumaría a las vitrinas de Old Trafford tras la victoria en la final ante el Barça de Cruyff. Estos dos trofeos daban a ‘Fergie’ crédito suficiente para llevar a su equipo al siguiente nivel.
CANTONA Y LOS ‘FERGIE BABES’
Tras quedarse a un paso del título en el 92 y el mal comienzo el siguiente año, Ferguson creía necesitar un extra que le diese el plus que su equipo necesitaba. Un crack mundial. Con esas apareció Eric Cantona en una operación que periodistas y entendidos de la época veían como un riesgo, al fin y al cabo el carácter del francés era ya de sobra conocido.
A una plantilla con jugadores como Peter Schmeichel, Lee Sharpe, Paul Ince, Mark Hughes, Dennis Irwin, Brian McClair o un joven Ryan Giggs se les unía un jugador de la calidad del díscolo genio francés. Su magia le dio a Ferguson lo que necesitaba para lograr un equipo campeón. De la décima posición de noviembre del 92 el conjunto de Manchester fue ascendiendo posiciones gracias a un fútbol eléctrico y dinámico que le llevó a lograr la primera Premier League como tal.Veintiséis años después el título liguero llegaba a Manchester. Una medalla que nadie podía quitar al entrenador escocés. Pero lejos de conformarse, sus ansias por seguir siendo el mejor equipo de Inglaterra le llevaron al siguiente paso, lograr un bloque de futbolistas importantes formados por el mismo desde la base: los ‘Fergie Babes’.
Con Ryan Giggs se puso la primera piedra, él fue la avanzadilla de los que llegaron después. Al excepcional extremo galés, posiblemente el mejor de los de su quinta, se le unieron Paul Scholes, David Beckham, Gary y Phil Neville y Nicky Butt. En pocas palabras, el bloque del equipo en los éxitos futuros. Y es que si bien las cosas empezaban a marchar realmente bien para los de Old Trafford con los títulos cayendo uno tras otro, a Ferguson no le tembló el pulso a la hora de realizar un cambio en la plantilla a priori innecesario para dar paso a esta nueva generación de futbolistas.
Desprenderse de futbolistas como Kanchelskis, Ince o Hughes sonaba a locura y así lo sentía la afición. Pero salió bien, quizá mejor incluso de lo que esperaba el propio entrenador escocés. Instaurando la hegemonía en el fútbol inglés, quedaba dar el salto en la Champions League, algo que se resistía y mucho para el dominador británico. En muchas ocasiones su juego en la competición continental fue criticado, tildado de atrevido e ineficaz más allá de las islas.
Pero fue ese estilo el que les llevó a la gloria en 1999, el año del triplete. Premier League, FA Cup y por fin el ansiado cetro europeo 31 años después de que lo lograran Bobby Charlton, Best, Law y compañía. El agónico descuento de la final del Camp Nou fue un buen reflejo del juego de los diablos rojos en esos años. Sin medida y sin descanso.
UNA NUEVA DÉCADA
Ese logro situaba al Manchester United y por extensión a su entrenador entre la nobleza del fútbol mundial. En los años venideros, seguirían llegando los títulos hasta hacer un total de 37 a día de hoy. Siguió creando proyectos sin dejar que otros terminasen de morir, buscando que su equipo nunca dejase de estar en lo más alto. Cómo ejemplo la marcha en pocos años de David Beckham, Roy Keane y Ruud Van Nistelrooy, jugadores que conformaban la columna vertebral del equipo en el inicio de la primera década de este siglo.
La llegada de Wayne Rooney y Cristiano Ronaldo marcó otro punto de inflexión. De nuevo jugadores jóvenes de gran futuro que necesitaban de tiempo y confianza para madurar y ser capaces de liderar un proyecto. Rodeados de gente como Scholes o Giggs todo resultó mucho más sencillo y de nuevo en 2008 el ya Sir Alex Ferguson se hacía con el máximo título continental.Las finales perdidas ante el Barça de Pep Guardiola no han hecho mella en la actitud humilde y trabajadora del que fuera aprendiz en los astilleros de Clyde. Como tampoco ha cambiado su actitud y exigencia con los suyos, así como los arrebatos de ira que, de tiempo en tiempo, salen a la luz. Conocido como “El Secador de Pelo” por el volumen de sus gritos (y la cercanía con que los daba), en su día vimos como a Beckham le dejaba una bonita cicatriz en la frente tras golpear una bota.
Aún así, siempre puso a los suyos por encima. Como cuando acudió con Eric Cantona a la FA para la vista que debía decidir la sanción al francés. A punto de llegar a los 70 años, sigue siendo un enigma cuando dejará el banquillo del Manchester United. Amenazó en su día con ello pero su forma de ser le hizo dar marcha atrás. Cómo se descuiden los veinteañeros de su actual plantilla los retira a todos. El cuándo al fin y al cabo ya es lo de menos. Sir Alex Ferguson es eterno.
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