Resulta complicado pararse a escribir estas líneas. Porque cuando quieres y deseas hablar sobre ciclismo y sobre el Giro de Italia esto es con muchísima diferencia lo último que quieres tratar.
Ni siquiera entra en una lista de posibles. El lunes a eso de las 16.30 de la tarde el mundo ciclista se paró. Con el fallecimiento de Wouter Weylandt se iba un pedacito de todos los que amamos este deporte, ciclistas, empleados, periodistas y aficionados.
La mala suerte se cebó con el joven belga y no podremos disfrutar más de su trabajo para sus líderes o sus sprints llenos de rabia en los que intentaba demostrar que podía ser algo más que un gregario.
Nadie quería creer lo que pasó. Nos negábamos a ello. Hemos estado en shock durante dos días, en ese lunes en el que deseábamos oír una noticia positiva que nos alentara a creer en una recuperación que desde el principio pareció milagrosa.
Cuando se confirmó el fatal desenlace, costó reaccionar. Ayer, por desgracia, fuimos plenamente conscientes de lo ocurrido. El emotivo (y me quedo corto) homenaje del pelotón a su compañero, conocido y amigo nos dejaba a todos con la lágrima a punto de escapar de su guarida.
Hoy el ciclismo sigue pero ya con el recuerdo eterno de Weylandt en nuestras memorias. Descanse en paz.
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